El pasado domingo, una protesta de seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro en la capital de aquel país degeneró en un disturbio violento. Los manifestantes ingresaron a espacios del Congreso, el Supremo Tribunal Federal y la Presidencia de la República, dejando cuantiosos daños materiales.
Exigían la intervención de las Fuerzas Armadas para que anularan la victoria de Luiz Inácio “Lula” da Silva en las presidenciales del año pasado. Sostienen que las mismas estuvieron amañadas en contra de Bolsonaro y que por lo tanto fueron ilegítimas. Cuando los militares finalmente intervinieron fue, irónicamente, para detener a los manifestantes violentos.
Muchos paralelismos se han hecho entre estos sucesos y el asalto al Congreso estadounidense en 2021. Sin embargo, hay diferencias notables entre ambos eventos. Veamos a continuación cuáles son y qué más nos dice el caos en Brasilia sobre el futuro político del gigante sudamericano
Ataque al vacío
Muy a pesar de que en Estados Unidos las instituciones republicanas han sido históricamente mucho más fuertes que las de Brasil, fue la democracia norteamericana la que más peligró. Los manifestantes bolsonaristas se alzaron prácticamente desprovistos de apoyo de las elites políticas.
Trump, siendo Presidente trató de usar su poder para revertir su derrota electoral y alentó directamente a sus seguidores para que colaborasen con tal propósito. Bolsonaro, en cambio, si bien nunca reconoció expresamente que perdió, desistió de cualquier intento de frenar la transición. De hecho, justo antes del cambio de mando, viajó a Estados Unidos para instalarse en Orlando, Florida. Ahí estaba, desconectado de los hechos en su país, cuando estalló la violencia en Brasilia.
Además, Trump contó con el apoyo de una parte importante del Partido Republicano, que ocupaba una red de posiciones de poder a lo largo y ancho de EE.UU. Entre todos, probaron distintas maniobras para evitar que Joe Biden asumiera la presidencia. Nada de eso se vio en Brasil. Ni siquiera el mismísimo Bolsonaro se involucró con las protestas, que venían realizándose por dos meses. Luego de los disturbios del domingo, criticó la violencia.
Mientras que el asalto al Congreso de EE.UU. ocurrió con una sesión conjunta en pleno desarrollo, los edificios públicos brasileños atacados estaban casi vacíos. Ni Lula, ni los miembros de la legislatura ni los magistrados del tribunal estaban presentes. El daño fue material. En cambio, los hechos en el norte tuvieron un saldo de varios muertos, entre asaltantes y policías. Las vidas de senadores y diputados corrieron peligro, por la actitud amenazante de los intrusos.
¿Un regalo para Lula?
Pero aunque los sucesos en Brasil no hayan sido tan graves como los de Estados Unidos, eso no quiere decir que no haya peligro. Los disturbios son una muestra de cuán polarizada está la sociedad brasileña. O, si se quiere, de que hay una minoría dispuesta a llegar a esos extremos para entorpecer la labor del nuevo gobierno. Porque según una encuesta de la firma Atlas, 75,8% de los brasileños desaprueba el asalto.
Por otro lado, los atacantes bolsonaristas acaso le dieron a su némesis un obsequio. Si antes los detractores podían cuestionar su legitimidad por las denuncias de corrupción en torno suyo, ahora el Presidente puede identificarse como alternativa ordenada ante un peligro mucho mayor.
Las reacciones internacionales prominentes han sido de condena unánime a la violencia en Brasilia. Desde la izquierda a la derecha encarnadas respectivamente en Gustavo Petro, Presidente de Colombia, y Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. Dentro de Brasil ha habido también condenas a lo largo del espectro político. Ni siquiera a los elementos más derechistas de la elite política les conviene involucrarse con estas protestas. Los aliados de Bolsonaro tuvieron un excelente desempeño en las últimas elecciones, formando el mayor bloque en ambas cámaras del Congreso y conquistando varias gobernaciones. Esas posiciones pudieran peligrar si les asocia con intentonas golpistas.
Sobre todo ahora que Lula, como Presidente, prometió castigos para los responsables. Hay cientos de detenidos. El Supremo Tribunal Federal suspendió temporalmente de su cargo al gobernador del Distrito Federal y ordenó al Ejército acabar con los campamentos de manifestantes que exigen intervención militar contra el gobierno.
Está por verse si Lula logra cohesionar en el largo plazo a todo el país en contra de sus adversarios extremistas, o si nuevas olas de inestabilidad lo azotarán.