Aunque Francia está sacudida por una ola de protestas contra una reforma de pensiones impopular, su presidente no ha perdido de vista lo que hay más allá de sus fronteras. Entre la semana pasada y la presente, el mandatario galo realizó una visita de Estado a China.
Allí, tenía grandes metas en mente. Quizá la mayor de todas: convencer a su par chino, Xi Jinping, para que presione a Rusia hacia el fin a su agresión a Ucrania. Si bien China efectivamente ha expresado intenciones de mediar en el conflicto, todo indica que sus planes favorecerían la posición rusa de manera inaceptable para Ucrania y sus aliados. No parece que el exhorto de Macron haya cambiado eso.
Probablemente esperando ganarse a Xi y cumplir su objetivo, Macron cuestionó que Europa se vea absorbida por la rivalidad creciente entre Estados Unidos y China. Incluso insinuó que la seguridad de Taiwán, la isla independiente que Pekín aspira a absorber, no es de la incumbencia del Viejo Continente.
A primera vista, pareciera que estas declaraciones, que no cayeron bien en Estados Unidos y otras democracias occidentales, tenían en mente el referido objetivo. Pero lo más probable es que haya más que eso. Veamos.
Un aislacionismo preocupante
Aunque sean aliados con una relación bastante sólida, en Francia ha existido desde hace décadas cierto rechazo al papel de Estados Unidos como “líder del mundo libre”. Al menos desde el gobierno de Charles de Gaulle (1959-1969), París cada cierto tiempo marca distancia de Washington, tratando de reafirmar su plena autonomía. Esto, conjugado con aspiraciones de un papel de liderazgo en Europa.
Macron exhibe una tendencia marcada hacia esa dirección. Estímulos no le faltan. Con Gran Bretaña fuera de la Unión Europea y Alemania sin la conducción avasallante de Angela Merkel, surge una oportunidad para que Francia asuma la posición dominante. El Presidente galo ya manifestó antes su visión de un continente más independiente en materia de seguridad con respecto a su poderoso amigo al otro lado del Atlántico.
No es una ambición completamente descabellada. El ascenso de tendencias aislacionistas en Estados Unidos, encarnadas en el expresidente Donald Trump y parte del Partido Republicano, causan alarma en Europa. Después de todo, cuando estuvo en la Casa Blanca, Trump dejó clara su antipatía hacia los compromisos defensivos de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y coqueteó con la idea de reducirlos.
El próximo año habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos y Trump está en campaña, actualmente como favorito para la nominación de su partido. Es normal que haya inquietudes sobre el futuro de la alianza trasatlántica en Francia y en toda Europa. Y que Macron nuevamente apunte hacia la preparación de una Europa que no cuente con Washington. Incluso si ello implica evitar querellas con China, un socio comercial de primer orden, para enfocarse en la más cercana amenaza rusa.
Mucho cuidado
Pero este juego no es tan sencillo para Macron. Los primeros obstáculos con los que se consiga pudieran venir, paradójicamente, desde adentro de la propia Europa. Sobre todo en Europa Oriental. Ahí, países más débiles militarmente ven en el presente un pésimo momento para marcar distancia con Estados Unidos, el país que más aporta, por mucho, al esfuerzo por contener el expansionismo de Moscú.
O veamos hacia el norte, donde está el miembro de la OTAN de más reciente membresía: Finlandia. En el contexto de su decisión de que el país ingrese a la organización, la ahora saliente primera ministra Sanna Marin afirmó a finales del año pasado que “Europa no es lo suficientemente fuerte” y que “necesita a Estados Unidos”.
Además, las acciones de Macron pudieran terminar contribuyendo con una profecía autocumplida. Si bien el propio gobierno estadounidense evitó expresar molestia por las declaraciones del Presidente francés en China, sí hubo reacciones adversas en los más altos cenáculos de Washington. Para algunos, Francia se estaría conduciendo de forma ingrata al distanciarse de Estados Unidos cuando este dedica tanto a frenar a Rusia.
Tales desencuentros podrían alentar los instintos aislacionistas dentro del Partido Republicano y elevar aun más a Trump. Es por esto que a Macron le conviene actuar con prudencia y no alienar demasiado a Estados Unidos. Si las tensiones entre Washington y Pekín aumentan, será un acto de equilibrismo bastante difícil.