La terapia hormonal, un tratamiento que suele emplearse en pacientes con disforia de género, ha dejado de ser un procedimiento estrictamente regulado.
El Político
La aparición, en el entorno sanitario estadounidense, de centros asistenciales que la prescriben con relativa facilidad, se ha vuelto un riesgo para la salud pública.
Cuando son sometidas a terapias hormonales, las personas pueden llegar a padecer secuelas.
En el caso de los hombres, por ejemplo, puede haber pérdida de la masa ósea o de la muscular. También puede llegar a experimentarse calvicie.
Las mujeres, por su lado, pueden sufrir de trastornos en el ciclo menstrual o sangrado inesperado.
De igual forma, puede haber cambios en el estado de ánimo e, incluso, depresión.
A pesar de los riesgos asociados a la terapia hormonal, organizaciones como Planned Parenthood apuestan por concederla sin mayores consideraciones.
Historias como la de “Freddy”, un joven de 18 años que ha pedido no ser identificado, corroboran la ligereza con la que actúa la agrupación.
En la víspera de su cumpleaños número 18, “Freddy”, quien se encuentra dentro del espectro autista, empezó a percibirse como mujer.
Luego de aquella noticia, sus padres le inscribieron en el Programa de Género y Autismo del Hospital Nacional Infantil.
La idea, explicaron los progenitores, era apoyar la transición de su hijo de hombre a mujer, de manera regulada y con la supervisión requerida
Por ser la única institución de Estados Unidos dedicada a cuidar de jóvenes que, además de autismo, pueden padecer disforia de género, el Hospital Nacional ubicó a “Freddy” en una lista de espera.
Impaciente, como buen joven, “Freddy” optó, sin embargo, por no aguardar su turno. Una vez cumplidos los 18 años, el muchacho acudió a una clínica de Planned Parenthood.
En ese lugar – y con la sola revisión de una enfermera – “Freddy” obtuvo una receta válida para comprar medicinas y empezar una terapia hormonal.
Los padres del muchacho agregaron que todo ello ocurrió en apenas media hora.
La historia de “Freddy”, corroborada a través de quejas de juntas médica, recetas prescritas y correos electrónicos, sugiere que Planned Parenthood se ha convertido en una alternativa para eludir los caminos regulares.
En condiciones normales, una persona con aparente disforia de género es sometida a una evaluación que demora meses y que involucra, entre otros, a psicólogos o psiquiatras.
Dada la irreversibilidad de las terapias hormonales, se procura determinar si el paciente que se someterá al tratamiento realmente no está conforme con su sexo.
En tal sentido, se intenta descartar si lo que parece ser disforia de género es, en realidad, un trastorno de personalidad o, incluso, presión social.
Las prácticas de Planned Parenthood ponen en riesgo la delicada rigurosidad con la que se debe acometer el proceso.
Tal realidad ha sido criticada, incluso, por la psicólogo liberal que introdujo la medicina de género pediátrica en Estados Unidos.
Laura Edwards-Leeper, dijo, en entrevista para el medio Freebeacon.com, que está “a favor del derecho a decidir”; pero que Planned Parenthood ha “asumido algo para lo que no están preparados”.