El Ministerio de Exteriores elaboró dos notas confidenciales sobre quiénes serían los nombres clave de la futura Administración estadounidense: una, en caso de victoria de Hillary Clinton; otra, si ganaba Donald Trump. La diferencia estriba en que los componentes de la primera lista eran viejos conocidos para España; los de la segunda, totalmente ignotos. Ni siquiera el jefe del CNI, Félix Sanz, pronosticó la victoria de Trump, aunque esa no fuera su función. El Gobierno español no tenía un plan b para el caso de que Hillary Clinton fuese derrotada
Tender puentes con el equipo del presidente electo de EE UU es una de las tareas más urgentes a las que deberá aplicarse el Gobierno español en las próximas semanas, tras haber puesto todos los huevos en la cesta de la candidata demócrata.
Cuando el presidente George W. Bush castigó al jefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero con el ostracismo por la retirada de las tropas de Irak, este pudo recurrir a los buenos oficios del rey Juan Carlos, que mantenía una relación personal con George Bush, padre del presidente y expresidente él mismo. Si Aznar hubiera querido, también habría podido echar una mano, aunque más bien hizo lo contrario.
Ahora, sin embargo, Rajoy no puede contar con la mediación de la familia real española, entre cuyas amistades figura el expresidente Bill Clinton y su esposa Hillary, pero no el multimillonario que se sentará a partir de enero en el Despacho Oval. De nada servirá que Hillary Clinton, como secretaria de Estado, congeniara con sus homólogos españoles Miguel Ángel Moratinos y José Manuel García-Margallo, o que el candidato a vicepresidente con esta última, Tim Kaine, hablara fluidamente español.
La sintonía ideológica entre el PP y el Partido Republicano debería paliar este vacío, pero no es el caso. Por vez primera, los eurodiputados españoles Antonio López-Istúriz y Esteban González Pons no acudieron a la convención republicana de Cleveland donde Trump se proclamó candidato en julio pasado, pero sí estuvieron en Filadelfia, asistiendo a la entronización de Clinton. Para compensar el plantón, los dirigentes del PP se vieron con el líder republicano en la Cámara baja, Paul Ryan, quien se distanció públicamente del candidato de su partido tras la difusión de un vídeo con comentarios soeces y ofensivos hacia las mujeres.
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El consuelo de Rajoy es que su situación es compartida por la mayoría de los mandatarios europeos, con la excepción del húngaro Viktor Orbán, y que Trump no tiene ningún motivo de animadversión hacia España, más allá del menosprecio generalizado que ha mostrado hacia Europa.
La situación de España es, sin embargo, particularmente vulnerable porque era uno de los países que más esperaba beneficiarse del TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), al que la victoria de Trump, abanderado del proteccionismo, puede haber dado la puntilla definitiva.
A ello se suma su abierta hostilidad hacia México —en cuya frontera pretende levantar un muro—, socio estratégico de España en América Latina. La caída del peso mexicano, tras conocerse el resultado de las elecciones estadounidenses, tiene efectos inmediatos sobre las empresas españolas con inversiones en dicho país, admiten fuentes gubernamentales.
Los efectos del giro de la política exterior de la Casa Blanca se harán notar en todo el hemisferio. La promesa de Trump de revisar la apertura de Obama hacia Cuba puede frenar en seco el desembarco de España en la isla donde, una vez concluido el periodo de Gobierno en funciones, se esperaba en los próximos meses una visita de Rajoy y, a medio plazo, del Rey. Y la mediación en Venezuela del Vaticano y del trío de expresidentes iberoamericanos, entre ellos Zapatero, puede perder pie sin el decisivo apoyo que hasta ahora le brindaba el secretario de Estado, John Kerry.
Rajoy participará el día 18 en Berlín en una cumbre de despedida de Obama convocada por la canciller Angela Merkel; a la que también han sido invitados el francés Hollande, la británica May y el italiano Renzi. Aunque lo que prometía ser el regreso de España al núcleo duro del concierto internacional, tras un año de ausencia, tiene visos de convertirse en un ejercicio de nostalgia.
Si la diplomacia española no espabila, Rajoy tendrá que esperar hasta la próxima primavera para coincidir con Trump en la cumbre convocada por la OTAN en Bruselas con motivo de la inauguración de su nueva sede.
Con información de El País